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Los avances conseguidos contra la Malaria, en riesgo por la Covid-19

Llamamiento a la comunidad internacional para evitar un retroceso fatal en la lucha contra la malaria, e impedir que se interrumpan los programas o se reduzcan los tratamientos para combatir la mortal enfermedad. Y a pesar de todo, el caso de éxito de Rwanda, drones contra larvas.

 

Uno de los efectos colaterales de la epidemia mundial por la Covid-19 ha sido que el riesgo de que aumenten los casos de otras enfermedades se está multiplicado. En el caso de la malaria hay informes que cifran en un 36% ese posible imcremento de infectados en los próximos cinco años. Si los objetivos propuestos por la OMS en su “Estrategia técnica global (GTS) contra la malaria 2016-2030” ya estaban seriamente amenazados por la falta de inversión y la reducción de fondos por parte de los países para prevenir, tratar y diagnosticar la mortífera enfermedad, la llegada de la Covid-19 en 2020 ha supuesto un desafío que se añade a los siempre insuficientes medios destinados a combatir la mortal enfermedad en todo el planeta.

Las consecuencias de la pandemia sobre los sistemas sanitarios tienen su reflejo en el impacto potencial en enfermos de malaria principalmente en países de renta media y baja, según un artículo en “The Lancet Global Health”. Es ese informe quien establece que en cinco años las muertes por malaria podrían aumentar hasta un 36% como resultado de la interrupción de las campañas contra el paludismo.

Debido a los confinamientos y restricciones de la circulación de personas y mercancías, ha habido retrasos o ha sido imposible la entrega de mosquiteros tratados y/o medicamentos antipalúdicos, elementos esenciales en la prevención de la enfermedad. Además, ya hay datos objetivos que confirman el peor temor: según los resultados de una nueva encuesta llevada a cabo por la OMS, aproximadamente un tercio de los países de todo el mundo notificaron perturbaciones en los servicios de prevención, diagnóstico y tratamiento del paludismo durante el primer trimestre de 2021, bien porque muchas personas no pudieron —o no quisieron— acudir a los establecimientos de salud, bien porque se interrumpieron y cerraron.

Peter Sands, del Fondo Mundial de lucha contra el SIDA, la tuberculosis y la malaria, sugiere que el impacto puede ser peor, ya que en un estudio realizado en 100 países, el 73% de los programas de malaria se han interrumpido de alguna forma, y casi el 20% del programa se ha interrumpido de forma intensa o muy intensa. El propio Fondo Global advierte que se necesitan 28.500 millones de dólares para financiar una respuesta eficaz a la COVID-19 y prevenir este impacto negativo en los países donde la malaria supone una alta carga de enfermedad. Según el Informe 2020 sobre los progresos de los ODS, la supresión de la prevención y de tratamientos de la malaria podrían generar un aumento del 23% de los casos en relación con 2018. La OMS añade que incluso las interrupciones moderadas en el acceso al tratamiento del paludismo provocarán un número considerable de pérdida de vidas. El informe mundial sobre el paludismo determina que una interrupción del 10% en el acceso a un tratamiento antipalúdico eficaz en el África subsahariana podría provocar 19.000 muertes adicionales en la región. La interrupción del 25% y el 50% en la zona podrían provocar 46.000 y 100.000 muertes adicionales, respectivamente.

Zeroing on malaria elimination

Para frenar este aumento de la enfermedad y con motivo del Día Mundial de la Malaria, la OMS acaba de poner en marcha un nuevo programa encaminado a eliminar el paludismo, Zeroing on Malaria Elimination. El objetivo es acabar con ella en 25 países para 2025. De los 87 países que sufren el paludismo, 46 notificaron menos de 10.000 casos de la enfermedad en 2019 (frente a los 26 países en el año 2.000). El último país en incorporarse al selecto grupo de País libre de malaria ha sido El Salvador en 2021, tras pasar tres años consecutivos sin un caso autóctono y poder hacer frente a la enfermedad en caso de nuevo brote. Nos tenemos que remontar a 1973 para encontrar al primero en conseguirlo en América Latina, Cuba. Argentina lo consiguó en 2019.

Pero será gracias a la puesta en marcha de la iniciativa E-2025, Zeroing on Malaria Elimination por la que Guatemala, Honduras, Panamá, República Dominicana, la República Popular Democrática de Corea, Santo Tomé y Príncipe, Tailandia y Vanuatu recibirán apoyo especializado y orientación técnica mientras trabajan para alcanzar el objetivo de cero casos de paludismo en un plazo de cinco años.

El caso de Rwanda

Algunos países donde la malaria es endémica han dado una muy buena respuesta ante la pandemia de la Covid-19 adaptando la asistencia antipalúdica ante las restricciones. Un caso es Ruanda. Los doctores Anicet Nzabonimpa (experto en salud pública) y Vianney Nizeyimana (asesor de investigación para el desarrollo de la salud) trabajan como asesores de medicusmundi en el área de influencia del hospital de Nemba, distrito de Gakenke. Nos explican que la Covid-19 ha afectado al sector sanitario en general, pero no ha afectado específicamente al programa de malaria ni al de la gestión de los casos de malaria en los centros sanitarios de Ruanda.  El doctor Anicet Nzabonimpa nos comenta:” El número de muertes por malaria ha disminuido significativamente, pasando de 372 en el ejercicio 2018-19 a 167 muertes en el ejercicio 2019-20, con una reducción del 39%. Esta tendencia confirma un descenso constante de las muertes por paludismo durante el periodo de los últimos cinco años, lo que indica que las múltiples intervenciones desplegadas para controlar el paludismo y las medidas de prevención están funcionando incluso durante el periodo Covid-19”. Y añade: “Incluso durante el periodo de contención, los servicios médicos siguieron recibiendo pacientes como de costumbre, y los trabajadores sanitarios comunitarios siguieron detectando y tratando los casos de paludismo en sus respectivos pueblos”.

El doctor Vianney Nizeyimana nos explica cómo se llevó a cabo: “Para mejorar la gestión de los casos de malaria en la comunidad, se elaboraron diferentes herramientas y directrices que se distribuyeron a todos los trabajadores sanitarios de la comunidad. La Guía de Control Integrado de la Malaria ha sido revisada para incluir cambios importantes sobre la notificación en tiempo real de la malaria grave, se ha revisado el estado de las existencias para la pulverización residual en interiores como parte de la estrategia de gestión de la resistencia a los insecticidas”.

Drones contra larvas

En marzo de 2020, las autoridades ruandesas incluyeron como parte de la estrategia la utilización de drones para fumigar vía aérea. Las autoridades sanitarias afirman que ha demostrado ser precisa y eficaz a la hora de matar la larva que propaga la malaria, y tienen puestas sus esperanzas en la tecnología de pulverización por drones. El ministro de Sanidad, Daniel Ngamije ha declarado: "Con la tecnología, reducimos los costes en logística, y se minimizan los errores humanos y el uso de insecticidas. Estamos librando nuestra batalla dentro de las zonas de cría de los mosquitos, en lugar de esperar a que crezcan e infecten a la gente. Se espera que el programa reduzca las infecciones de paludismo en un 90% en los próximos nueve años”. El propio ministro comentó que las muertes relacionadas con la malaria ya muestran una disminución de 400 casos anuales desde 2015 (663 casos) a 2018 (264 casos). Y atribuye el mérito en gran medida a los trabajadores sanitarios de la comunidad, que fueron capaces de gestionar el 57% de los tres millones de casos reportados cada año.

El doctor Anicet Nzabonimpa quiere resaltar la importancia del cambio climático en cuanto a la malaria se refiere:” Las crisis climáticas dominadas por las catástrofes debidas a los fenómenos del cambio climático se consideran factores agravantes que aumentan la transmisión de las enfermedades transmitidas por los mosquitos, ya que las inundaciones y el aumento del calor en la tierra son factores que favorecen el crecimiento de estos vectores de enfermedades”.

Nuestros colegas nos recalcan que la prevalencia de la malaria y la mortalidad por esta enfermedad siguieron disminuyendo incluso durante el periodo Covid-19. Y que desde 2016 las autoridades sanitarias de Ruanda han trabajado para que los tratamientos comunitarios lleguen a todos los distritos. Los casos de malaria grave y la mortalidad han disminuido en un 50% debido a las diferentes estrategias puestas en marcha, como el refuerzo de la gestión comunitaria de los casos mediante la supervisión en el hogar para garantizar que se gestionan adecuadamente en la comunidad. Durante la presentación de informes, se contactaron con 3.796 trabajadores sanitarios comunitarios (TSC) de 168 centros de salud y 31 hospitales. Están involucrados tanto la comunidad, los trabajadores de salud adecuadamente formados, los centros de salud y los hospitales con la correspondiente gestión de los suministros de antipalúdicos a través de tecnología móvil y el almacenamiento adecuado de los medicamentos.

Para terminar, los doctores Anicet Nzabonimpa y Vianney Nizeyimana añaden:“Nosotros como profesionales y expertos en salud pública, queremos recalcar que si el esfuerzo dedicado a la Covid-19 se dirigiera a la malaria, esta enfermedad desaparecería en todo el mundo y dejaría de matar casi medio millón de personas y niños al año”.