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Dietas saludables, pero también sostenibles y accesibles a todas las personas .

El 16 de octubre se celebra el Día Internacional de la Alimentación con el objetivo de concienciar a la población sobre este problema a nivel mundial, y reforzar así la lucha contra la pobreza, la desnutrición y el hambre.

Proclamado en 1979 por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) , este año se centrará en  “Dietas saludables para un mundo sin hambre”. Dietas saludables, pero también sostenibles, y que sean accesibles a todas las personas del mundo.

Dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, encontramos la alimentación en el número 2, que también recoge metas relativas a la malnutrición y a la producción alimentaria, así como al desarrollo sostenible y la importancia de preservar en él la biodiversidad. Y es que, en realidad, no se puede hablar de uno de estos temas sin tocar los otros.

La globalización y el aumento sin precedentes de la población (7.500 millones de hoy frente a los 2.600 millones en 1950), han cambiado de forma drástica nuestra dieta. No es algo que cueste ver; sólo hace falta comparar lo que comemos hoy con lo que cocinaban hace no más de 50 años nuestras abuelas. Y digo cocinaban, porque ese es uno de los problemas actuales; hemos pasado de una dieta basada fundamentalmente en alimentos vegetales, de temporada, ricos en fibra, a una dieta en la que predominan la carne y los alimentos refinados y precocinados, ricos en grasas y sal. La comodidad ha podido con nosotros. También el ritmo frenético al que nos obliga adaptarnos la vida y el trabajo en las ciudades. Pero ¿cómo afecta esto a nuestra salud y a la del planeta?

Por un lado, las dietas poco saludables, asociadas a estilos de vida cada vez más sedentarios, llevan a un importante incremento de las tasas de sobrepeso y obesidad, tanto en los países desarrollados como en aquellos en vías de desarrollo, donde paradójicamente, es frecuente que hambre y obesidad se den de forma paralela. Este tipo de dietas son el principal factor de riesgo para padecer enfermedades no transmisibles, como diabetes, patología cardiovascular y algunos tipos de cáncer, y conllevan gastos de en torno a 2 trillones de dólares anuales para los sistemas sanitarios en todo el mundo.

Por otro lado, adoptar dietas saludables a nivel internacional, que cumplan con el objetivo #HambreCero, implica irremediablemente un profundo cambio en el sistema de producción alimentario actual, para lo cual se necesita mayor compromiso y acción a nivel mundial, algo complicado debido a los intereses económicos de los grandes productores/importadores, a la falta de concienciación social, y la escasa por no decir ninguna empatía con la dantesca situación planetaria que dejamos para las próximas generaciones. La forma en la que está estructurado el actual sistema alimentario mundial causa un gran daño ambiental, que según estimaciones podría aumentar entre un 50 y un 90% de continuar la actual tendencia. Por poner un ejemplo; a lo largo de la historia, los seres humanos hemos cultivado más de 6.000 especies vegetales para alimentarnos en todo el mundo, mientras que hoy en día sólo se cultivan 100 (siendo 8 de ellas las que proporcionan en torno al 60% de las calorías que consumimos), y además, la mayoría de esos cultivos se encuentran en países en vías de desarrollo (regiones que son a su vez, las más sensibles a las consecuencias del cambio climático). Es decir, como a tantos otros niveles, el desarrollo de nuestra especie ha llevado a una gran pérdida de biodiversidad, en el caso que nos atañe principalmente vegetal, y dado que a menor biodiversidad, plantas y animales son más vulnerables a las plagas y fluctuaciones climáticas, que globalmente dependemos de cada vez menor número de especies, y que los “grandes países consumidores” son a su vez los “grandes países importadores” (esto es, para mantener su oferta alimentaria dependen de la importación desde países productores agrícolas, que en general, poseen una economía menos desarrollada y son más vulnerables), la seguridad alimentaria está, y cada vez lo estará más, al borde del colapso.

Con toda esta información, en tan breve texto, lo que pretendemos desde medicusmundi, un año más, es promover ese cambio de conciencia tan necesario, ese despertar de la empatía para los futuros pobladores del planeta, tanto de nuestra como de otras especies.

“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”, Eduardo Galeano.

Por Adriana Barquín, voluntaria de medicusmundi Norte.