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Medio ambiente y Covid-19: actuar ya para proteger la salud mundial

La relación de la salud con el medio ambiente es algo que se conoce desde hace ya mucho tiempo. El último ejemplo (y aviso) ha sido la inexorable aparición de la Covid-19, que nos ha golpeado por su escala y rapidez de contagio.Este hecho parece confirmar que las enfermedades infecciosas están emergiendo a una velocidad cada vez mayor, y la mayoría causadas por patógenos que saltan desde los animales.

Este hecho parece confirmar que las enfermedades infecciosas están emergiendo a una velocidad cada vez mayor, y la mayoría causadas por patógenos que saltan desde los animales, como sostiene Giorgina Mace, de la University College of London.

Está acreditado que  entre las causas de esta pandemia está el cambio del uso de la tierra con la temida deforestación, la agricultura y la ganadería intensiva. Estos factores provocan la pérdida de la biodiversidad, y acercan a la gente a una mayor interacción con la vida salvaje. Este último coronavirus nos hace ver como nunca que los animales puede servir de huésped intermedio en la trasmisión de patógenos hacia los humanos.

El hecho constatable de que se empobrezcan, simplifique y destruyan ecosistemas cuya función es amortiguar el binomio frío/calor y  protegernos de la zoonosis, entre otras funciones, es un motivo de seria preocupación. Pero la vinculación entre cambio climático y salud todavía no ha calado ni en la población ni en sus gobernantes como debiera. Prueba de ello es que, por ejemplo, en plena pandemia el gobierno de Brasil quiere relajar las leyes para permitir la explotación tanto ganadera como extractiva en áreas protegidas de la Amazonia (alberga entre un 15% y un 20% de la biodiversidad del planeta).

En la Tierra siempre ha habido cambios en el clima. En los últimos 650.000 años ha habido 6 ciclos glaciales, el último hace 7.000 años. El cambio climático actual supone un calentamiento global del planeta debido a la emisión de gases de efecto invernadero, que provocan una retención del calor en las capas inferiores de la atmósfera. Lo que diferencia al cambio climático actual de los anteriores son dos elementos. El primero es la demostración de que es la acción humana lo que causa este cambio climático, aumentando la contaminación y asumiendo un consumismo poco responsable. Por lo tanto, podemos actuar contra ello, cambiando conductas y comportamientos. El segundo aspecto destacable es la intensidad y rapidez con la que se está induciendo este cambio.

La OMS asume que los problemas medio ambientales conocidos provocan 13 millones de muertos al año. Y estima que entre 2030 y 2050 el cambio climático causará unas 250.000 defunciones adicionales cada año, debido a la malnutrición, el paludismo, la diarrea y el estrés calórico.

Durante la COP25, antes de la llegada del coronavirus, todos nuestros esfuerzos estaban dedicados a corregir la intervención humana en la naturaleza y a respetar su función protectora, que frenara el avance de enfermedades. Estábamos volcados en reducir la polución, que a nadie se la escapa que funciona como una autopista para virus y patógenos. Pero tras esta crisis sanitaria tendremos que resetearnos y hacer frente de nuevo a todos aquellos aspectos que afectan al medio ambiente, incluyendo algunos nuevos como es el incremento masivo de residuos sanitarios -mascarillas, guantes y demás materiales desechables-, y  su eliminación (ya se están encontrando mascarillas en el mar Mediterráneo) y /o reciclaje  en un futuro inmediato. Otra de las consecuencias de esta crisis, al menos en el corto plazo es  el incremento del uso del coche privado por el miedo al contagio, lo que derivará en aumento de CO2 y de la contaminación atmosférica.

Mención aparte merece lo que podemos considerar el mayor problema para la sostenibilidad del medioambiente,  el modelo consumista que impera en todo el planeta. Nada responsable, prioriza el consumo sobre otros intereses. Este modelo conlleva, por  ejemplo, el incumplimiento de las tasas de contaminación en las ciudades y el incremento de los vertidos ilegales contaminantes, el abuso del plástico (sólo se recicla a nivel mundial el 9%, según Greenpeace) o la obsolescencia programada, que es una forma de asegurar un mayor consumo y es legal en todos los países, sin tener en cuenta los efectos que tienen para el clima.

Pero no todos son malas noticias. España, ante la emergencia climática, ha aprobado el pasado 20 de mayo el proyecto de Ley de cambio climático y fija por ley sus objetivos nacionales de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero a 2030 en un 20% respecto a los niveles de 1990. Con ello, España se alinea con la Unión Europea (UE) y sus objetivos para ese año. Igualmente responde al Acuerdo de París, que establece que los países deben aumentar su ambición en materia de reducción de emisiones en 2020.

La mejora de la salud mundial pasa por mirar al cambio climático. Pero no solamente desde una perspectiva local o nacional. Hace falta un mayor compromiso global con políticas coherentes que no fomenten el consumismo y la contaminación. Sin este trabajo a nivel global es casi imposible que se pueda conseguir detener este monstruo que hemos creado. Hoy más que nunca la OMS debería plantearse, si no se revierte la situación, declarar el cambio climático una emergencia mundial de salud pública, teniendo en cuenta que algunas de las últimas epidemias (COVID-19, ébola, Zika) lo fueron cuando las consecuencias de este cambio climático afectan a millones de personas.

 

Con información de La Salud en la Cooperación al Desarrollo y la Acción Humanitaria 2019