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Ana Martín, cooperante: “En nombre de la solidaridad y de las buenas intenciones no todo vale”

Ana Martín Aransay cuenta con una amplia experiencia como cooperante en África. En los últimos años ha trabajado en Benín, Guinea Conakry y República Democrática del Congo, dentro de la Africanista Manuel Iradier y Farmamundi. En la actualidad reside en Ruanda como expatriada de medicusmundi Araba y medicusmundi Bizkaia. En el Día del Cooperante, charlamos con ella para que nos aporte su punto de vista sobre la cooperación y el desarrollo.

 

 

 

  • ¿Qué te llevó a trabajar en el mundo de la cooperación?

No lo sabría explicar, supongo que tengo cierta vocación por el trabajo en el ámbito social y orienté mis estudios en este sentido; luego, tras varias experiencias en el extranjero, tuve la oportunidad de trabajar y dedicarme profesionalmente a ello.

Creo que la cooperación al desarrollo es una herramienta más que puede ser útil para promover procesos de empoderamiento y acompañar procesos que mejoran la calidad de vida de las personas y que puede permitir también facilitar el conocimiento mutuo y el respeto.

  • ¿Qué es para ti la solidaridad? ¿Cómo la definirías?

La palabra “solidaridad” está tan manida que no sé muy bien qué significa. Lo mismo se utiliza para promocionar café que para hacer una fiesta de recaudación de fondos. En mi opinión, los proyectos y acciones de cooperación no se fundamentan en la solidaridad ¿Acaso podríamos decir que los servicios de salud y educación se basan en la solidaridad? Yo personalmente creo que estas iniciativas deben ir más allá y superar el término “solidaridad”, se trata de justicia social, de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, de promover un desarrollo humano sostenible que no se dé a costa del bienestar de otras personas o incluso de las generaciones futuras.

Por otra parte, no creo que las personas que trabajemos en el mundo de la cooperación seamos más solidarias que las que no, dado que somos profesionales de un ámbito concreto. La cuestión sería valorar la calidad del trabajo que se realiza: hay acciones “solidarias” de cooperación que tienen impactos negativos allá donde se desarrollan, pero, como son solidarias, no hay consecuencias. Esto está mal, en mi opinión, deberíamos mirar las iniciativas de cooperación con un enfoque crítico dado que en nombre de la solidaridad y de las buenas intenciones no todo vale.

  • ¿Qué papel juega la cooperación hoy en Ruanda?

Como ya he dicho anteriormente, la cooperación es una herramienta más, dentro de las diferentes estrategias y actores que promueven el desarrollo en Ruanda. Pero hay algo muy característico de Ruanda y es que las acciones de cooperación se realizan en estrecha coordinación con la administración pública y ésta lleva un registro riguroso de los actores internacionales, facilita la implicación de organizaciones locales y su coordinación.

Personalmente creo que también hay un lado negativo de la cooperación y es que todavía hay acciones que, por un lado, se perciben como un aporte de una sola parte -quién da y quién recibe- y por otro, se dirigen a intervenir en necesidades fijadas por el financiador y no por la población sujeto. Eso se traduce en paternalismo y relaciones de desigualdad entre las personas. Pero afortunadamente, cada vez hay más acciones que huyen de este tipo de “cooperación” y se orientan a un trabajo de calidad y en colaboración.

  • En la actualidad trabajas con varias cooperativas de mujeres. ¿Que supone trabajar específicamente con ellas?

Los tres pilares fundamentales del trabajo de las cooperativas de mujeres son, por un lado, la puesta en valor y el refuerzo de las capacidades internas de las personas miembro, por otro, la realización de actividades que generan ingresos y promueven su empoderamiento económico y finalmente, la apuesta por que las mujeres sean agentes de transformación social dentro de las comunidades.

Pero la apuesta principal es la continuidad de las acciones, -las cooperativas y mm llevan trabajando más de 10 años- y la convicción de que hay que facilitar procesos en los que las personas sean las protagonistas.

  • ¿Qué papel juegan los hombres en ese proceso?

Los hombres también forman parte de las cooperativas, de un total de 314 personas miembro, 26 son hombres. Además de formar parte, en tanto que miembros, se invita al resto de hombres de la comunidad a que participen -y lo hacen- en otras actividades, tales como las acciones de sensibilización, plantación de cultivos, reuniones de madres y padres, etc.

Según indican las mujeres de las cooperativas a las que he preguntado, en un principio, los hombres tenían ciertas reticencias a las cooperativas de mujeres, principalmente a los cambios que conlleva su participación en los espacios públicos y de autogestión. Sin embargo, con los años, han percibido el impacto positivo de las cooperativas de mujeres y se ha comenzado a cuestionar los roles de género en las familias y en la comunidad. Señalan que, actualmente comienza a haber hombres que comparten las tareas domésticas y de cuidados y la toma de decisiones familiares es conjunta.

  • ¿Es fácil la comunicación y la relación humana con personas de otras culturas y que han vivido experiencias totalmente diferentes a la tuya?

No, no es fácil, creo que para lograr una comunicación positiva y participativa es importante que no solo tengamos en cuenta los diferentes idiomas que utilizamos sino la interpretación de significaciones que está influenciada por la cultura de origen y las experiencias de cada persona. Creo que ocurre en todas las profesiones en las que los equipos se componen de personas de diferentes culturas y orígenes.

Respecto a la relación humana, creo que facilita el hecho de tener unos objetivos y resultados comunes y el compartir la firme creencia en el trabajo que hacemos.

  • A tu juicio, ¿qué es lo principal para fortalecer el desarrollo humano integral de las personas?

Se trata de un proceso a largo plazo y bien complejo y no tengo una respuesta clara para esta cuestión.

Tal vez sería importante que las personas pudiesen definir qué es para ellas SU desarrollo humano integral; sin embargo, creo que es complicado, ya que, de manera global, ya está definido por la cultura occidental hegemónica y por el capitalismo neoliberal.

  • Existe un discurso monolítico que tiende a identificar a las mujeres africanas como víctimas, como personas necesitadas de nuestra ayuda. ¿Qué podemos aprender de ellas?

Ese discurso se puede extrapolar a todo el continente africano; lo que pasa es que también hay otro discurso que tampoco me convence, el que defiende que todas las mujeres africanas son admirables y que tienen las mismas características que las definen, esto no es posible, sería como afirmar que todas las mujeres vascas son de una manera u otra. Ningún discurso totalitarista es positivo, sino que, al contrario, es fuente de estereotipos.

Me atrevo únicamente a decir que las mujeres ruandesas con las que trabajo creen firmemente en lo que hacen, luchan por el empoderamiento femenino y defienden que el único camino para promover desarrollo en las comunidades pasa por implicar activamente a las mujeres.

  • Los países africanos siempre son noticia por las “malas noticias”. ¿Cómo podemos cambiar ese discurso?

Creo que sí existen medios de comunicación que intentan mostrar “otras noticias” y perspectivas de los países y la ciudadanía africana y contamos con acceso a ellos; sin embargo nos resulta, tal vez, más cómodo seguir a los mass media continúan perpetuando ideas negativas.

Pero para conocer lo que acontece en los países africanos, no sólo podemos referirnos a los medios de comunicación, sino que podríamos también hablar y preguntar a nuestras vecinas y vecinos africanos que viven en las mismas ciudades que nosotras, para que nos cuenten su visión sobre sus países. Información de primera mano, vamos.

  • ¿Qué estereotipos son los que más daño hacen en el imaginario colectivo que tenemos de ese continente y de esos países?

Los estereotipos están en todos los continentes y no valen para nada. Muy probablemente, en nuestro imaginario colectivo creamos que África es un continente perdido y que no se puede arreglar nada. Me asombran muchos comentarios de gente que conozco cuando se ofrece a darme teléfonos viejos y ropa usada para que la traiga aquí; seguimos pensando que en este continente lo que faltan son cosas materiales y yo me pregunto: ¿No sabemos que el coltán de esos teléfonos y el algodón de esa ropa han salido de países africanos? A pesar de que tenemos acceso a mucha información, no sabemos nada.

Lo importante es que aprendamos mutuamente y no olvidemos que nuestras diferencias nos enriquecen y nos ayudan a construir diversidad en la unidad.

 

  • ¿Qué piensas del aumento de los viajes de voluntariado?

De primeras los intercambios de experiencias me parecen positivos, el asunto se enturbia cuando una de las partes sólo lo hace por aparentar ser “solidaria” ayudando a la gente pobre y no tiene ningún interés en aprender. Estos casos existen pero también hay personas que viajan para conocer personas y lugares y compartir y, en la medida de lo posible, apoyar en proyectos concretos. Creo que lo más importante para evitar falsas interpretaciones es la formación previa antes del viaje y la definición clara de tareas de las partes.

Por otra parte, deberíamos también darle la vuelta y comenzar a apostar por un intercambio de experiencias completo, es decir, viajes de voluntariado de personas provenientes de países africanos a países europeos ¿por qué no?

 

  • ¿Qué te gustaría que cambiase de aquí a 5 años?

Que, dejando atrás los asistencialismos, se continúen promoviendo acciones de cooperación participativas de igual a igual y que la imagen de una “África” como un país, pobre, triste y desesperado se vaya modificando hacia una imagen en la que se subrayen aspectos como el potencial, el empoderamiento y la necesidad de justicia.