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EL VIRUS DEL VOLUNTARIADO

¿Por qué sientes de pronto un deseo imparable de ayudar a los demás? ¡Perdición! Te ha picado el virus del voluntariado y no hay medicinas para eso. ¿Qué hacer?

Imagínate que estás en tu casa viendo la tele. Fuera llueve como si no hubiera un mañana. Ha llegado el otoño irremediablemente. Tarde de domingo de sillón y pijama. Y de pronto notas algo, nace dentro de ti, no sabes de dónde viene, casi te quema, ¿será fiebre? ¡El primer gripazo del año! Pero el termómetro desmiente tus sospechas. ¿Por qué sientes de pronto un deseo imparable de ayudar a los demás? ¡Perdición! Te ha picado el virus del voluntariado y no hay medicinas para eso. ¿Qué hacer? Puedes esconder la cabeza cual atemorizada avestruz, lo cual no te parece mala opción con la que está cayendo fuera, o puedes dejar que el calorcito siga recorriendo tu cuerpo…

 

Eso es lo que hicieron Valentín, Josefina, Jesús, Paloma, Alberto, Lourdes, Itziar, Rodrigo, Jasule, Amaia… la lista es larga. Más de mil millones de personas en el mundo, afirma Naciones Unidas con optimismo; 3 millones en nuestro país, estima la Plataforma del Voluntariado de España. ¡500 personas! Afirmamos con orgullo en medicusmundi.

 

Contraer el virus es peligroso. Supón que empiezas a cuestionarte las cosas y que te da por pensar que la realidad se puede transformar, que lo que pasa en tu barrio tiene mucho que ver con lo pasa a miles de kilómetros, que merece la pena enterarse mejor de qué va eso de los derechos humanos y luchar por ellos. Dios, qué horror. Con lo feliz que yo estaba…

 

Resulta que hay personas a las que el virus ha enganchado tan fuerte, que se ponen sin pensarlo dos veces a trabajar en su entorno: Luchan por la justicia, por la igualdad, por la dignidad humana… y empiezan a participar en asociaciones cuyo objetivo es conseguir una sociedad mejor, donde quepamos todas las personas, sin hacer distinciones por haber nacido o vivir en una parte u otra del planeta. A otras les da por viajar porque quieren saber mejor qué está pasando en otras partes del mundo y hacer algo para cambiarlo.

 

A ti te ha pillado la cepa viajera del virus, así que te has cogido un avión y has ido a un país remoto del que sólo habías oído hablar hasta ahora en los documentales de la tele cuando conseguías no dormirte. ¡Error! Eso es lo que hizo Itziar, que nos cuenta que en Ruanda ha podido ver sin filtros  “la crudeza de los daños colaterales de este modelo de desarrollo neoliberal que nos están imponiendo”, cuyas consecuencias “tenemos claras en nuestro contexto pero aquí son más crueles y más evidentes”.

 

Y encima no creas que vas a volver con muchas respuestas. Mira, mira lo que nos dice Maite, que también se fue a Ruanda: “Recomendaría a la gente que venga con la mente muy abierta porque se va a llevar una maleta llena de alguna certeza y muchísimas dudas, y eso al final es lo que nos hace pensar y enriquecernos”.

 

¡Vaya! Con lo bien que se está sin pensar y sin cuestionarse las cosas. Pero bueno, quizá tu nuevo yo no esté tan mal, porque Maite añade, “ah, y que no se me olvide: Es importante también pasarlo muy bien y disfrutar”. Esto va mejorando…

 

Decía el poeta Marcos Ana que “hay que aprender a ser felices en la felicidad de los demás y también a compartir sus desgracias y luchar para que desaparezcan”. Ese camino tomó Jasule, una estudiante de Enfermería que el año pasado vio en Perú como el proyecto en el que colaboró servía de verdad para hacer realidad el derecho a la salud; o Alicia, médica recién licenciada, que pudo ver en Guatemala cómo el personal de salud “sacaba energía e ingenio de donde fuese y desempeñaba su labor con gran ilusión” para hacer realidad un modelo de salud, el MIS, que trata de que no haya personas excluidas de la atención sanitaria.

 

En este camino de ida y vuelta, Joaquín se dio cuenta de la suerte que tiene por haber nacido donde ha nacido, Gemma se sintió impresionada por la fuerza y las ganas que le pone a la vida la gente de Ruanda y Roberto se dio cuenta de que la gente que conoció se merece un respeto muy profundo porque viven y trabajan en unas condiciones muy difíciles, y lo hacen con suma sencillez y sin perder la sonrisa. Paloma, otra médica recién licenciada que se pilló el virus (¿te has dado cuenta de lo curioso que es? Parece que el virus pica más a la gente joven…) se encontró en Bolivia con Cecilia, que tuvo que vender su casa en la ciudad para pagar las deudas que contrajo por pagar los servicios médicos del tratamiento de un tumor uterino y hoy vive con lo poco que le queda en el campo. Y Alfonso, también en Bolivia, pudo conocer la historia de Valentín, que le contó entre lágrimas que cuida de sus dos nietos mientras sus padres trabajan en el extranjero, cómo luchó para que pudiesen continuar en la escuela y cómo ha perdido esta batalla, por lo que no han podido finalizar sus estudios básicos. No nos movemos de Bolivia, que también tenemos que escuchar a Alberto y Elena, que están orgullosos de haber participado en la construcción de la SAFCI, “un modelo realmente interesante de democracia participativa, en el que la propia población se implica y decide sobre temas de su propia salud, alejando a las comunidades del individualismo, y del que la sociedad occidental tiene mucho que aprender”.

 

Ya te habrás dado cuenta de que si te encaminas por la senda del voluntariado transformador, habrá momentos para todo. Mira qué bien nos lo explica Edurne antes de volver de Perú: “He pasado miedo, me he divertido, me he reído, me he sorprendido, he echado de menos mi casa, me he enamorado… y por supuesto he aprendido, he experimentado y me he conocido. He sido independiente, he convivido, he compartido, he conocido personas que nunca olvidaré, he conocido otra forma de vida y de entender el mundo, he hecho ofrendas a los Apus y a la Pachamama con apachetas y quintos, he creído, he meditado, he podido ver mis límites y me he conocido fuera de mi entorno. He llegado a conocerme a mí misma, he encontrado mis fortalezas y debilidades”.

 

Como en aquellos libros que leíamos en nuestra infancia decide tú cómo continúa esta historia.