Saltar a contenido

Los legados del colonialismo: contextualizando la vacunación contra la Covid-19 en África

La vacunación es una herramienta esencial para detener la propagación de enfermedades infecciosas. Sin embargo, a medida que la variante Delta del SARS-COV-2 se extiende por el mundo, África, con una tasa de vacunación contra el covid-19 inferior al 2%, se enfrenta a un alto riesgo de aumento de infección y de muertes.

Diversas iniciativas como COVAX y el Equipo de Trabajo para la Adquisición de Vacunas en África (AVATT) negocian con las empresas farmacéuticas y los países de renta alta (PRA) para conseguir vacunas contra el covid-19 para África, pero el mundo no puede disponer de suficientes dosis para responder rápidamente a la demanda. Esto supone una amenaza para el desarrollo de África, ya que la reorientación de los recursos para luchar contra la pandemia está teniendo un impacto negativo en las economías, así como en la prestación de servicios educativos y sanitarios. Por ello, muchos países africanos están luchando por empezar a fabricar las tan necesarias vacunas contra el covid-19 para evitar ser los últimos en ser atendidos, como siempre.

La respuesta de muchos países africanos al principio de la pandemia fue aclamada por su enfoque en la aplicación estricta de medidas de prevención respaldadas por la ciencia bajo el liderazgo de los Centros Africanos de Control y Prevención de Enfermedades. Esto contribuyó a una baja tasa de infecciones y mortalidad por covid-19. Sin embargo, la aplicación de medidas de salud pública sólo puede detener una gran catástrofe y garantizar la recuperación durante un tiempo. Las vacunas son fundamentales, especialmente con la aparición de variantes más infecciosas.

Las medidas de salud pública han dependido en gran medida de la capacidad de los gobiernos para aplicarlas, con apoyo externo para las pruebas diagnósticas y los equipos de protección personal (EPP), ya que África no producía suficientes herramientas de este tipo. Sin embargo, el continente tiene que mirar hacia fuera para conseguir vacunas contra el covid-19. El continente representa actualmente el 25% de la demanda mundial de todo tipo de vacunas, pero sólo produce el 1% de las que se consumen. Esto hace que la seguridad sanitaria de África dependa en gran medida de la disponibilidad de vacunas excedentes más allá de las necesidades de los países de ingresos altos, y de la voluntad de las empresas farmacéuticas y sus gobiernos de extender un brazo y suministrar a África estas vacunas.

La historia de cómo llegó África hasta aquí no es nueva para muchos. Siglos de esclavitud, seguidos de colonialismo, han enriquecido a Europa mientras privaban a África de su riqueza y de la capacidad de construir los sistemas sanitarios e industriales necesarios para innovar las intervenciones médicas. Las potencias coloniales crearon economías extractivas, basadas en los recursos, en lugar de construir sistemas de salud, educación y otros necesarios para el desarrollo sostenible de África.

En la década de 1960, los países africanos recién independizados, económicamente desfavorecidos y sin recursos humanos cualificados, buscaron el apoyo de los colonizadores de ayer. Bajo la fachada de ayudar a África, las nuevas asociaciones y organizaciones multilaterales dejaron poco espacio para la creación de sistemas. En su lugar, Europa afianzó aún más la dinámica de poder de la época colonial y siguió desviando la riqueza africana del continente, lo que dio como resultado una escasa reducción de la pobreza, a pesar de la abundancia de recursos naturales en el continente. Unas décadas más tarde, los programas de ajuste estructural (PAE) del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI) exigían la desinversión en programas públicos centrados en la construcción de sistemas para el desarrollo humano, favoreciendo las inversiones privadas basadas en los impuestos. La historia demostró que estaban equivocados, ya que los países con los mejores sistemas de salud pública se encuentran entre los que tienen los mejores resultados de salud de la población. Hay que tener en cuenta que unos mejores resultados sanitarios también contribuyen a unos mayores niveles de crecimiento económico. A pesar de esta prueba, los HIC y estas organizaciones internacionales no expresaron ningún arrepentimiento. Nadie rindió cuentas por la mala conducta de los HIC y no se ofrecieron reparaciones para compensar sus consejos erróneos. Por el contrario, los HIC siguen culpando esencialmente a los países africanos de la situación actual.

El colonialismo y su legado siguen perjudicando a África, que se ve obligada a prestar los servicios sanitarios rudimentarios necesarios para mantener a la población con vida en lugar de desarrollar nuevas intervenciones. La fuga de cerebros, que se calcula que supone una pérdida de 2.000 millones de dólares anuales, contribuye sustancialmente a la pobreza del continente. Además, a pesar de la narrativa común de los grandes flujos de ayuda en África, la extracción de recursos de África continúa, con un valor neto estimado de 41.300 millones de dólares que fluyen fuera de África a los países ricos en 2017. Esto conduce además a una inversión inadecuada en investigación y al limitado número de fabricantes de vacunas que actualmente impiden a África satisfacer la demanda de vacunas en el continente. En la actualidad, el continente ha creado un fuerte impulso para la fabricación de vacunas en el contexto del covid-19, pero para que tenga éxito, cada paso del proceso requiere que los líderes luchen contra los legados coloniales que socavan la narrativa real y minan el progreso de África.

El mundo tiene que entender que si África pide a los países de renta alta los recursos necesarios para reforzar la fabricación de vacunas, es porque los efectos desastrosos de siglos de esclavitud, colonialismo y su continuo legado obligan a África a mirar hacia fuera. Apoyar esta petición no es una cuestión de compasión o de beneficencia, sino de una reparación atrasada para compensar siglos de injusticia que desviaron la riqueza de África. De este modo, África será más autónoma en sus esfuerzos por proteger la salud de su población, mientras que las empresas farmacéuticas de los países de renta alta seguirán obteniendo grandes beneficios gracias a las licencias.

Agnes Binagwaho, vicerrectora de la Universidad de Equidad Sanitaria Global de Ruanda. Anteriormente trabajó como secretaria ejecutiva de la Comisión Nacional de Control del SIDA de Ruanda, como secretaria permanente del Ministerio de Sanidad y como ministra de Sanidad.

Kedest Mathewos, investigador asociado de la Universidad de Equidad Sanitaria Global

Este artículo ha sido publicado originariamente en thebmj

Responsable de la traducción: Teresa Rosario Velasco