Saltar a contenido

8M: Nacer mujer perjudica seriamente a la salud

Todo comenzó en los años sesenta a raíz del movimiento feminista. Las mujeres se empiezan a cuestionar el modelo de interacción médico-paciente. A las mujeres se les diagnosticaban menos enfermedades cardiovasculares, ingresaban menos en el hospital, recibían menos intervenciones quirúrgicas y estaban poco representadas en los ensayos clínicos que testaban fármacos para combatir estas enfermedades. 

Todo comenzó en los años sesenta a raíz del movimiento feminista. Las mujeres se empiezan a cuestionar el modelo de interacción médico-paciente. Pero tendríamos que esperar hasta los años noventa cuando las asociaciones médicas comienzan a plantear las necesidades médicas más allá de la simple reproducción. Concretamente en 1991, un artículo publicado en The New England of Medicine inició el debate sobre los sesgos de género en la atención sanitaria. Se detectó una diferencia significativa en pruebas médicas mayor en hombres que en mujeres en enfermedades coronarias, Al no tener las mujeres los mismos síntomas que los de los hombres, una enfermedad como el infarto no se consideró relevante en las mujeres. Pero fue la doctora Bernardine Healy, primera mujer cardióloga directora de los Institutos de Salud de Estados Unidos, quien denunció que a las mujeres se les diagnosticaban menos enfermedades cardiovasculares, ingresaban menos en el hospital, recibían menos intervenciones quirúrgicas y estaban poco representadas en los ensayos clínicos que testaban fármacos para combatir estas enfermedades. Puso de manifiesto que las mujeres presentábamos una sintomatología diferente a la de los hombres ante un infarto, y por eso estábamos peor diagnosticadas.

Ensayos clínicos y pruebas médicas

La exclusión de la mujer en los ensayos clínicos no se plantea hasta los noventa. El hecho de realizar ensayos sobre los hombres como sujetos de estudio y la extrapolación de los resultados a las mujeres no tiene en cuenta las diferencias fisiológicas más allá de la anatomía de la sexualidad y la reproducción. También hay diferencias a la hora de enfermar o reaccionar ante un fármaco.

En 2016 un artículo de JAMA con el título Reporting sex, gender, or both in clinical research? planteaba esta cuestión. Los autores concluyeron que se debe especificar el sexo y género de los participantes en ensayos clínicos para poder evaluar su repercusión clínica tanto del aspecto biológico como del rol del estilo de vida en la manera de enfermar o de responder a los tratamientos. La atención de la salud desde la perspectiva de género es más eficaz que el habitual "talla única”, y beneficiaría a todos los pacientes. Para ello se requiere de nuevos enfoques a muchos niveles, desde la formación del personal médico (como se vió en las jornadas Retos de la Formación Universitaria en Salud organizado por medicusmundi), pasando por la medicina clínica, epidemiología o el desarrollo de fármacos según género.

Según Maite Climent, presidenta de SEFAC-CV (Sociedad española de Farmacia Clínica, Familiar y Comunitaria), “ Este rol de género, por una parte el considerar al hombre como modelo de especie humana y al mismo tiempo ocupar durante mucho tiempo posiciones más elevadas en la vida sociocultural y política ha otorgado mayores beneficios y acceso a distintos recursos, entre ellos los sanitarios, a quienes estaban en posiciones más elevadas dentro de la jerarquía de género. Por tanto, es útil identificar las interacciones de sexo y género puesto que producen diferencias en los estados de salud-enfermedad, y porque las diferencias por sexo pueden estar justificando sesgos de género en la atención sanitaria”. Y continúa explicándonos “Un caso concreto donde se realizan más pruebas médicas a los hombres que a las mujeres es el ictus, que pese a ser la primera causa de muerte en las mujeres en España, existen evidencias de que a ellas se les realizan menos pruebas y menos tratamientos que a los hombres. Aunque gracias al seguimiento esta situación se está revirtiendo. Deberíamos entre la profesión médica eliminar la etiqueta de «inespecífico» cuando no encaje en el patrón de género masculino, e investigar más los síntomas. En cuanto a las diferencias y similitudes por sexo de las enfermedades, se debería proponer que se explique lo común entre ambos sexos, y lo específico de cada uno”.

Medicamentos

Maite Climent afirma que una de las áreas que más incrementa la brecha en salud es la relacionada con los ensayos clínicos de fármacos. La principal crítica es que no siempre se incluyen muestras de ambos sexos, por lo que los posteriores análisis no pueden realizarse por sexo. Sin cuestionar la eficacia del producto, el principal problema se centra en la efectividad, alterada por la variabilidad hormonal de las mujeres durante el ciclo menstrual. Es decir, hacen falta más análisis por sexo y edad para aumentar la efectividad y reducción de reacciones adversas a los medicamentos.

Por ejemplo, hoy sabemos que la mujer por su mayor proporción de grasa corporal necesita menos dosis de algunos fármacos para el mismo efecto. A los hombres se les prescribe dosis de 10 mg y las mujeres con 5 mg tendrían suficiente, por poner un ejemplo.

Enfermedades que evidencian una brecha de género

Hasta hace poco se desconocía que a partir de los cincuenta años la mujer tiene más problemas derivados de la hipertensión arterial que los hombres; que las enfermedades autoinmunes tienen una prevalencia mucho más alta en mujeres (artritis reumatoide, hipotiroidismo, hipertiroidismo, lupus...). Otras enfermedades más asociadas a la mujer son la osteoporosis y la depresión. Por fortuna hoy ya sabemos que la osteoporosis y la enfermedad cardiovascular son las que más se relacionan con la pérdida de estrógenos.

Maite Climent continúa explicándonos: "Bernstein and Kane, en 1981, ya observaron que el 25% de las consultas en Atención Primaria de mujeres eran por problemas psicosomáticos, frente a un 9% de hombres. Y que el primer motivo de consulta era el dolor. El segundo motivo de consulta el cansancio y tercero la ansiedad o depresión. El sexo femenino es el que presentaba un mayor número de síntomas sin diagnóstico, y esto actualmente sigue vigente. Y se ha investigado poco sobre esos síntomas, que siguen siendo mayoritarios en mujeres y todavía hoy no tenemos una respuesta sanitaria adecuada”

La enfermedad del Alzheimer hasta hace poco no se sabía que afecta más a la mujer en dos terceras partes. Después de la edad avanzada, el sexo femenino es el principal factor de riesgo. Una explicación posible pero no totalmente confirmada es la mayor longevidad de las mujeres. A ello se une la mayor presencia de patología depresiva en mujeres. La depresión lleva implícita pérdida de memoria y mayor consumo de medicamentos con efectos cognitivos adversos que los hombres.

En el área de ginecología y obstetricia, África Caño (ginecóloga y presidenta de medicusmundi Sur) explica que fue la asociación El Parto es Nuestro fundada en 2003 quienes a raíz de testimonios recogidos en base a cesáreas innecesarias y malas prácticas durante el parto decidieron reivindicar los derechos de las madres y los niños y así mejorar la atención obstétrica. Exigieron al Ministerio de Salud su implicación para la aplicación de las recomendaciones de Atención al Parto de la Organización Mundial de la Salud en todas las comunidades: «Toda mujer tiene derecho a una atención prenatal adecuada y un papel central en todos los aspectos de dicha atención, incluyendo la participación en la planificación, ejecución y evaluación de la atención. Los factores sociales, emocionales y psicológicos son fundamentales para comprender la manera de prestar una atención perinatal adecuada» El modelo actual de atención al parto está recogido en la Ley General de Sanidad y Ley 41/2002, básica reguladora de la autonomía del paciente. Pero la asociación considera que la mujer no ha participado en el diseño de los programas sanitarios, por lo que hemos quedado reducidas nuevamente a objetos en vez de sujetos.

Otras enfermedades tres veces más frecuentes en la mujer son las derivadas de los trastornos alimenticios, fruto de una imposición social por el canon de belleza. que empuja cada año en España a miles de mujeres a someterse a operaciones estéticas, o a usar zapatos de tacones que destrozan la espalda y los pies, a seguir dietas de adelgazamiento, y, en el peor de los casos, lleva a muchas mujeres a la depresión y los trastornos físicos por la mala alimentación. 

Si esto es lo que pasa en los países avanzados, qué decir de los lugares donde las mujeres tienen que seguir pidiendo permiso para ir a la consulta, o donde directamente la mujer es vista aún únicamente como madre y se le pretende dar soluciones para su salud sólo en su etapa reproductora, olvidando el antes y el después.

La igualdad de género no es sólo una cuestión de justicia. En sanidad es la manera de devolver la salud a las pacientes. La revista The Lancet nos da la clave “para lograr un cambio significativo, las acciones deben estar dirigidas a transformar los sistemas en los que trabajan las mujeres, haciendo que los enfoques informados por análisis femeninos sean esenciales”.