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Entrevista a Beatriz Velardiez Modroño, responsable de Comunicación de Mujeres para la salud

Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres  “Es fundamental incluir una perspectiva de género feminista en las medidas que se toman sobre la salud de las mujeres”

Llevamos un tiempo escuchando que ha llegado para quedarse, que estamos ante la cuarta ola del feminismo; un movimiento que ha ido creciendo no solo aquí, sino en países de todo el mundo. En el Estado español se han vivido importantes movilizaciones por el derecho al aborto en 2013, el tren de la libertad de 2014, la marcha estatal del 7N en 2015 o las recientes huelgas feministas del 8 de marzo en 2018 y 2019. No era de extrañar, entonces, y de cara a una cita importante como las recientes elecciones generales, que el feminismo se movilizase nuevamente, ante el avance de los fundamentalismos, la crispación política reinante y el riesgo evidente en cuanto a regresión en los derechos de las mujeres. Un total de 137 colectivos firmaba un manifiesto con propuestas en clave feminista respecto al empleo, los cuidados, las pensiones, la vivienda, la sanidad, la educación, la sexualidad, el consumo, las fronteras o la laicidad.

Una de las que suscribió dicho manifiesto fue la Asociación Mujeres para la Salud. Con el resultado de los comicios ya sobre la mesa, y en el marco del 28 de mayo, Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, hemos hablado con Beatriz Velardiez Modroño, su responsable de comunicación, para hacer un repaso de las medidas sanitarias a las que hacía referencia el manifiesto y de la posibilidad que ven de que se pongan en marcha en la legislatura que está por comenzar.

Vivimos más, pero con peores condiciones de vida y salud

-Una de las propuestas del manifiesto que firmasteis, como colectivo sanitario y feminista, fue la apuesta real por una sanidad pública y universal y la integración de la perspectiva de género en todas las políticas sanitarias. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la desigualdad de género supone un claro determinante de la salud. ¿Quiere decir esto que la desigualdad de género supone una peor salud para las mujeres?

Sí, por supuesto. Las mujeres vivimos más años, pero lo hacemos con peores condiciones de vida y de salud. Un ejemplo puede ser la mayor tasa de mortalidad por infartos de miocardio, como demuestra un estudio reciente llevado a cabo por la Sociedad Española de Cardiología y entre 2010 y 2015, que demuestra que la tasa de mortalidad por infartos en mujeres fue de un 18% frente a un 9% en el caso de varones durante ese periodo. Asimismo, según datos de la Organización Mundial de la Salud, las depresiones exógenas, que tienen su causa en situaciones externas o no biológicas (que son el 80% de las depresiones) afectan en un 70% a las mujeres frente a un 30% de los hombres. Además, la carga de depresión en las mujeres es un 50% mayor, siendo la principal causa de discapacidad de las mujeres en el mundo tanto en países ricos como en países en vías de desarrollo. En Mujeres para la Salud llevamos más de treinta años trabajando por la salud de las mujeres, especialmente en la salud mental, y hemos comprobado que las situaciones y los condicionantes de vida que tenemos las mujeres en diferentes etapas de nuestras vidas generan lo que nosotras llamamos, en la Psicoterapia de Equidad Feminista, las Depresiones de Género. Además, si una mujer ha vivido situaciones de violencia (abusos sexuales en la infancia, violencia de cualquier tipo por parte de su pareja o expareja, separaciones complicadas…) puede desarrollar lo que denominamos Síndromes de Género. Todo ello lo abordamos en el Espacio de Salud Entre Nosotras, un centro psicológico especializado en la salud mental de las mujeres.  Todo ello está relacionado con la desigualdad de género en todos los niveles: un sesgo de género en la medicina y las investigaciones médicas y científicas que hace que se investigue sobre los hombres y se extrapole los resultados de dichas investigaciones a las mujeres, cuando biológicamente somos distintos; las condiciones de vida desiguales que perjudican a las mujeres; los llamados mandatos de género que hacen que nos quedemos en un segundo plano y, por supuesto, no podemos olvidar la violencia de género.

Con unas pensiones inferiores a las de los hombres, los copagos son menos asumibles por las mujeres jubiladas

-Dentro de esta reclamación de una sanidad pública y universal, el manifiesto también abogaba por eliminar los copagos. ¿También afectan de manera diferenciada a las mujeres?

Debemos tener en cuenta que la pobreza tiene, en muchas ocasiones, rostro de mujer. La desigualdad también está presente en el mercado laboral, no solo en los ya sabidos techos de cristal o en la desigualdad salarial (con un sueldo medio un 29% inferior al de los hombres). Las mujeres también tenemos más precariedad en términos de acceso al mercado de trabajo y ocupamos el mayor porcentaje (76%) de empleos a tiempo parcial. Además, tendemos a ser las cuidadoras en situaciones de dependencia, lo que nos lleva a interrumpir nuestra vida laboral (el 96% de las excedencias para cuidar criaturas o familiares fueron de mujeres durante 2016). Todo esto hace que al final de nuestra vida laboral, nuestras pensiones sean un 36% inferiores respecto a la de los hombres. Esto hace que los copagos sean menos asumibles para nosotras que para ellos, produciéndose una vez más una desigualdad que perjudica a nuestra salud, y a nuestra vida.

-Otro tema sobre el que hubo algo de debate durante la campaña fue el de la maternidad subrogada. Es un tema que afecta a mujeres en todo el mundo. Vuestra asociación firmó también su negativa a los vientres de alquiler, proponiendo sanciones a las agencias que faciliten información y gestiones sobre contratos de vientres de alquiler y la prohibición de toda publicidad y actos relacionados con la misma. ¿Cómo veis que puede evolucionar la legislación al respecto? ¿Sois optimistas al respecto?

Desde los colectivos feministas llevamos años luchando en contra de los vientres de alquiler, práctica a la que consideramos otra forma de violencia contra las mujeres y de mercantilización con nuestros cuerpos y con la infancia. Algo que me resulta llamativo es cómo quienes defienden esta práctica “camuflan” la realidad exigiendo una regulación, cuando es una práctica ya regulada (y prohibida) en el Artículo 10 de la Ley 14/2006, de 26 de mayo, sobre técnicas de reproducción humana asistida. Creo que hace años los colectivos en defensa de los vientres de alquiler tenían más fuerza que ahora. Todo el trabajo de concienciación que hemos estado realizando las feministas creo que ha dado sus frutos, y cada vez hay más rechazo social hacia esta práctica. ¡Eso espero!

-Por otro lado, también pedís que se asegure el acceso a la reproducción asistida en la sanidad pública a mujeres solteras y lesbianas. En principio, el gobierno aprobó una ley al respecto, que equiparaba los requisitos con mujeres casadas y heterosexuales, y que debía entrar en vigor el primer trimestre de este año. ¿Qué medidas faltan ahora para asegurar el acceso que pedís?

Creemos que es importante empezar por la implantación de mecanismos que aseguren la transparencia en el registro de donación de óvulos y las técnicas de reproducción asistida.

No hemos sido conscientes de la violencia obstétrica

-Siguiendo con el tema de la maternidad, el manifiesto también exigía la erradicación de la violencia obstétrica. ¿Cuáles son vuestras reclamaciones en este punto?

Es un punto interesante. La violencia obstétrica es un tipo de violencia que hemos sufrido muchas mujeres, muchas veces incluso sin ser conscientes. En 2017 en Mujeres para la Salud hicimos una encuesta sobre violencia obstétrica y los servicios de ginecología, a la que respondieron más de 2.000 mujeres de todo el territorio y con la que elaboramos el informe Los servicios de ginecología que deseamos las mujeres, que recogía las respuestas obtenidas. En este informe poníamos de manifiesto que un 49% de las mujeres encuestadas afirmaron haberse sentido violentadas en un servicio de ginecología alguna vez en su vida, y de la mitad que contestaron que no en las preguntas abiertas del cuestionario muchas manifestaron haber vivido situaciones desagradables, especialmente en el trato recibido o en los procedimientos médicos realizados. Asimismo, en este estudio preguntamos a las mujeres qué debía cambiar en estos servicios, y entre sus respuestas figuraron aspectos como un buen trato humanizado por parte del equipo médico, una formación integral y actualizada de las y los profesionales, actuaciones y procedimientos médicos realizados con respeto y tacto, respetando la intimidad y sin producir dolor, en un espacio físico y con unos instrumentos adecuados… Todo esto son factores que ayudarían a erradicar esa violencia obstétrica. Pero si nos centramos en lo más urgente, no debemos olvidar que es necesario tomar medidas como la reducción de la tasa de cesáreas, partos inducidos y episotomías, la adecuación del mobiliario obstétrico especialmente a mujeres con discapacidad o la actuación policial ante el acoso a mujeres y profesionales que se está viviendo en clínicas acreditadas de interrupción voluntaria del embarazo.

Ha habido una amenaza de volver muy atrás en la legislación sobre la IVE

-Un tema del que se habló en su día y que luego parece que ha desaparecido del escenario tiene que ver con la Ley Orgánica 11/2015 para reforzar la protección de las menores y mujeres con capacidad modificada judicialmente en la interrupción voluntaria del embarazo. Dicha ley priva a las mujeres de 16 y 17 años de autonomía frente a la interrupción voluntaria del embarazo. ¿Veis que pueda ser un tema que se retome en la nueva legislatura?

Eso esperamos, sobre todo si consideramos el cariz que toma la nueva legislatura. Hemos pasado meses duros en este aspecto, con la amenaza de volver atrás, muy atrás, en la legislación de la interrupción voluntaria del embarazo, a una ley (la de 1985) que fue presentado por la Coalición Popular y hacía que ejercer el derecho al aborto supusiera muchas trabas en la sanidad pública y que hacía verdaderamente complicado (si no imposible) ejercer este derecho en los centros de la red sanitaria pública. Luego tuvimos también la amenaza de la Ley Gallardón, que finalmente no llegó a aprobarse gracias a la lucha que ejercimos desde el feminismo. Afortunadamente, el panorama político ha cambiado en las últimas elecciones y nos gobiernan aquellos que siempre han velado más por el derecho de las mujeres a elegir una maternidad deseada y saludable. 

-Otro aspecto interesante del manifiesto es la petición que hace para atender la morbilidad diferencial entre hombres y mujeres. ¿Qué enfermedades afectan más o de diferente manera a las mujeres?

Como comentaba al principio, son muchas las enfermedades que afectan de una manera desigual y diferente a mujeres y hombres, como el infarto de miocardio o las depresiones. Hay muchas otras enfermedades por las que las mujeres tienen una mayor morbilidad o una peor condición de vida por factores como no saber detectar los síntomas de la enfermedad (por ese sesgo de género que hace que se extrapolen los resultados de las investigaciones realizadas sobre los hombres cuando los síntomas son diferentes) o no haber encontrado la cura adecuada para las características biológicas de las mujeres. Ejemplos de estas enfermedades son el hipotiroidismo, las enfermedades autoinmunes, los trastornos musculoesqueléticos, la fatiga crónica, la fibromialgia, la anemia, la endometriosis…

Es alarmante la falta de formación en género

-También hablabais de prevenir y atender el impacto en la salud física y psíquica de las cuidadoras de personas dependientes o enfermas, que normalmente suelen ser mujeres; de las mujeres que han sufrido violencia de género; de la discriminación de las discapacitadas, inmigrantes, rurales, ancianas e institucionalizadas o mujeres prostituidas. Hablamos de colectivos muy diversos de mujeres. ¿Habría medidas que se podrían tomar de manera general y que beneficiasen a todas o habría que abordar las problemáticas de cada colectivo por separado?

Ambas opciones son pertinentes. Por una parte, hay medidas trasversales que se pueden tomar de manera general y que pueden beneficiar a todas las mujeres, como considerar esa perspectiva de género feminista que creemos fundamental incluir en todas las áreas y en especial en la salud de las mujeres y que apunta a que se tomen en consideración esos condicionantes vitales y esas características bio-psico-sociales que nos afectan de forma diferenciada. Y además, hay que observar cada colectivo por separado y tener en cuenta las características especiales de cada uno de ellos, porque mientras esto no se produzca, continuaremos hipermedicalizando y enmascarando los orígenes de sus malestares.

-Por último, pero no menos importante, sino todo lo contrario, el manifiesto abogaba por una    formación e investigación en salud con perspectiva de género y obligatoria en prevención y atención a la violencia de género. Ahí sí que habría que empezar casi desde cero, ¿no? Al menos siempre se escucha la queja de que no hay formación al respecto, incluso desde los propios servicios sanitarios.

En efecto, falta mucha formación e investigación en salud con perspectiva de género, y debería ser obligatoria para todas y todos aquellas profesionales que trabajen no solo en prevención y atención a la violencia de género, sino en cualquier rama que esté relacionada con las mujeres y su empoderamiento. En Mujeres para la Salud estamos convencidas de esta necesidad y por eso creamos en 2015 la Escuela ESEN, en la que impartimos el Máster en la Psicoterapia de Equidad Feminista y el posgrado en los Malestares de Género -Su prevención e impacto en la salud integral de las mujeres-. En concreto, desde este último ofrecemos una formación trasversal para todas aquellas mujeres que trabajen en su día a día con mujeres, sean de la rama profesional que sean, y quieran incorporar esta perspectiva de género no solo a su profesión, sino también a su vida, porque es clave que ellas deconstruyan sus propias creencias sexistas, de las que muchas veces no somos conscientes, para poder deconstruir las de las mujeres con las que trabajan. Es alarmante la falta de formación en género de estas y estos profesionales, más si tenemos en cuenta lo necesaria que es al trabajar en prevención y atención a la violencia de género. Sin esta formación, podemos incurrir en errores como revictimizar a las víctimas, hacerlas dependientes del sistema y no alcanzar su tan necesario empoderamiento, entre otros muchos.